5.1 Introducción.

Como dice Félix de Azúa, el hombre del siglo XVIII es ya un ciudadano de nuestro tiempo, pero con las comunicaciones de la Edad Media; como si nosotros, de repente, quedáramos aislados y sin posibilidad de escape en un país sin coche, teléfono o televisión.

Ya no es el ser inocente y crédulo de las épocas pasadas, pues la recuperación del pasado antiguo de Europa no ha sido un ejercicio inocuo. No sólo se ha de tomar de Grecia su arquitectura, escultura o poesía dramática, pues, piensa el filósofo dieciochesco, quizás su mayor enseñanza sea la democracia. No podrá sostenerse, por tanto, que los hombres son desiguales de nacimiento y ello acabará con el rey de Francia decapitado.

Pero no sólo la reflexión política será la responsable del cambio. La sociedad también ha cambiado y son determinantes el papel de la clase empresarial -la burguesía, por lo general, pero también la nobleza en Inglaterra- y el desarrollo de la industria, con el consiguiente nacimiento de la clase obrera, y el crecimiento desmesurado de las ciudades (proceso que sigue muy activo). La aplicación de las innovaciones industriales a la industria editorial favorecerá el progresivo desarrollo de un nuevo fenómeno: la literatura para las masas.

La permeabilidad relativa del nuevo sistema social incide profundamente sobre el individuo en sí, y su emancipación de las ataduras del estamento y de moral para acogerse sólo a la religión del dinero, explican en parte que sea el hombre común y su psique los protagonistas del nuevo arte. Este individualismo visceral provocará que la búsqueda de la originalidad, como expresión suprema del individuo, sea el motor fundamental del arte de las dos últimas centurias. En la literatura esto es fundamental, pues la nueva encarnación del amor cortés, el sentimentalismo romántico, acabará por dar lugar a una nueva hermeneútica, el surrealismo.

Sólo en apariencia contradictorio es que nuevos movimientos gregarios sustituyan al Antiguo Régimen: los individuos buscan en sus semejantes características comunes, y entre ellas, predominarán las de lengua y nación. Es el surgimiento del Nacionalismo.

Son ya otros seres los que habitan el mundo, y empiezan a confiar en la razón como guía de la existencia, relegando la fe al ámbito de la superstición.